Discotecas: prejuicios y estilo kitsch de mi tierra

Eso del “estricto derecho de admisión” debe ser revisado en estricto sentido –valga la redundancia–, por parte de una autoridad, que impida el libre e impune prejuicio de las discotecas y bares. OK, hay personas y personas y aunque la Constitución diga que todos somos iguales, no todos podemos vestirnos igual en una buat. Podemos ser glamorosos y fashionistas por diferencia, incluso en gustos musicales.

En Quito y Ecuador por lo general, salir de noche para divertirse puede ser una aventura digna de ser narrada. Si al menos eso implica que no necesariamente uno piense en tomar hasta el amanecer y levantarse chuchaqui o con guayabo. Si los modistos diseñan ropas para la muchedumbre exhibir lo que tiene de bien (sexualidad) o de exultación (apariencias), eso es justamente para los escenarios propicios: la discoteca, la calle o un espacio público de consenso. Sí, la disco también. Pero de todas formas existen lugares públicos, o no, donde transitar vestido de una forma es medio complicado solucionar y solventar. ¿Pero en una discoteca, que te digan que debes vestir uniformado de un estilo para entrar? Me parece una ofensa a la individualidad y además una arbitrariedad que debe ser denunciada.

Les cuento dos extremos: una noche de febrero en tres escenarios: las discotecas de Quito, Flashback, el 180y2 y el Club Retro. Resulta que por posicionamiento propio o por querer hacer alarde o construir un imaginario, se crean círculos de prejuicios y complejos, basados en la discriminación directa.

23h00 en la puerta del Flashback, con mi pareja y tres amigas llegábamos para una farra ochentera; luego del complicado proceso de buscar un estacionamiento seguro y próximo a la disco, en un lugar atestado de centros de diversión. Todo listo, platita disponible para divertirse, bailar, beber algo sanamente y cantar… lo que uno hace en una disco a voluntad. En la entrada del Flash un tipo cuarentón, pelo entrecano, alto y carón, nos recibe para pedir documentos. OK, regla de seguridad que otras discos no la tienen, para certificar si hay menores de edad. Luego, ipso facto, observó la forma de vestir de mi pareja: “No puede entrar así, vestido de esa forma” por usar zapatos deportivos casuales, llamados zapa-tenis; y por usar camiseta estampada.

Era la segunda vez en mi vida que escuchaba ese argumento banal y estúpido. Alguna ocasión en Cuenca en la entrada de una disco de hotel un letrero –digno de foto para concurso del ridículo– pegado a la puerta decía que estaba “prohibido el ingreso en pantalones jean y camisetas blancas”, así de especifico ¡En un hotel! ¡En una ciudad turística, que recibe mucho gringuito jipi (hippie)! Of course, yeah, believe it!

Pero… en Quito, una “ciudad metropolitana”, infestada de globalización por toda esquina de la zona bohemia, existen también esas cosas, que pensé que en Cuenca eran “normales”, al tratarse de recantos tradicionales y conservadores; pero acá eso se ve como prejuicioso a toda luz. Aunque con globalización o sin ella, debido a las leyes que son para todos, lo de Cuenca es discriminación también, ¡por supuesto! De hecho eso no debería existir y la única forma de limitar el libre acceso a un lugar -por ponerlo así de restrictivo- debería ser el valor y costo de consumo (derecho de piso).

Consultemos en nuestra wikipedia, qué dice de una discoteca:
Una discoteca es un local público con horario preferentemente nocturno para escuchar música grabada, bailar y consumir bebidas. También se conoce como, club, buat (del francés boîte). Se diferencia de los antiguos bares de baile porque la música no es tocada en vivo sino que proviene de discos que son "mezclados". Algunas discotecas como el Studio 54 de Nueva York o el Pacha de Ibiza se han hecho célebres por su música, su ambiente o por la asistencia de clientes famosos. Otras han aparecido en las noticias por desastres agravados por el exceso de aforo y las dificultades de evacuación, producto de malas condiciones en los mismos ya que por ley debe existir una salida de emergencia y seguridad para evitar desastres.

¿Es decir, no hay pretexto para eso de que al ser propiedad privada se reservan el derecho de admisión? Que nos ayude a responder un abogado. Por el contrario, los clientes debemos exigir (con las autoridades) que el local tenga la infraestructura de seguridad adecuada. Y el diccionario de la Academia de la Lengua española dice: Local público donde sirven bebidas y se baila al son de música de discos.

No leo nada que diga o estipule reglas de vestido, ni siquiera condición económica o raza, y orientación sexual. En los blogs de moda como El Fashionista se destaca que la real personalidad de una ciudad, o lugar –como una discoteca–, es la forma original cómo las personas (en este caso los usuarios y clientes) visten (o acuden a ese lugar). Obvio, no necesitas obligar a una persona a vestir de determinada forma para ingresar a una disco, pero la misma presión social general, es ya un factor de ese cambio visual. Se esforzarán en ir lo más originales, elegantes, fashion, estrafalarios, llamativos, originales y simples que puedan. Eso pasa en un estadio, donde un barcelonista no iría al ala de los liguistas, pero a su barra iría de amarillo; si va con zapatos, tacos, sandalias, y si se mezcla entre pobres y ricos, es problema de él.

Volviendo a Quito y al Flashback (parece redundancia), luego del impasse narrado, las chicas quisieron insistir para entrar, pero ante la indignación nuestra y de otros farreros que fueron impedidos de ingresar a bailar (y por ende gastar su dinero), decidimos desertar. Súmese a ello, que lo ridículo de todo, es que ese es un lugar que rememora y celebra la música clásica setentera, ochentena y noventera, estadounidense y latina pop, rock y disco. Es decir, cuando el auge de quienes cantaban y componían música, eran en su mayoría artistas irreverentes y estrafalarios (con excepción de los aburridos Luis Miguel y Cristian Castro). Entonces, con esta imbecilidad del Flashback se quiere a toda costa hacer con que a su discoteca entren personas uniformadas de zapatito de suela, ternito formal, pantalón de lino, camiseta bien planchada y almidonada, peinado normalito, y las chicas de tacos, vestidito bajo las rodillas, y nada de esos odiosos jeans. Los “Juanfran De la Plaza (Foch)” tan out, tienen su lugar.

Eso hasta se puede calificar de fascismo disfrazado y solapado ¡Ah! y otra cosa estúpida: ¿Cómo por una persona que no se vista al modo “adecuado” del Flashback, sacrifican el consumo del resto, es decir cinco clientes más? Pues es una arrogancia ladina, de decir: “no nos importa, si tenemos otros clientes”, que se someten a su burricie. Bueno a la fecha de este suceso esa misma discoteca estuvo clausurada una semana atrás por asuntos de impuestos.

Indignados, abandonamos el lugar y acudimos al 180y2. Pero la historia fue casi similar. Solo que allí no –solo– te juzgaban la ropa, sino la apariencia física o del grupo… o qué rayos será. Pero puedo asegurar que mis amigas no iban por primera ocasión a este antro plástico-prejuicioso. La nota era que tras una ventana polarizada alguna figura orwelliana controlaba por radio al guardia de seguridad para disponerle quién entra y quién no. Con mi pareja, más indignados aún y estresados por el conformismo de las amigas, estuvimos a punto de volver a casa, hasta que optamos en mayoría ir al Retro Bar. Sería una última opción. Y lo fue. Nada de lo acontecido antes sucedió… o casi. Mi pareja tuvo que sacarse su gorro por pedido del cobrador a la entrada del local. ¡Uf, santas reglas de discoteca Batman!

¿Ante eso qué? Pues evidente que hay discos donde no hay regla de vestir y donde un enternado puede bailar junto a un punkero. O donde te botan música por horarios: comienza con rock, luego hip-hop; pasa al tecno; una fajas de electrónica; espacios de rock latino; termina con disco y reguetón desde la medianoche y el resto de la farra… o viceversa. Para las tres de la madrugada ya te tocan salsa, las rockoleras y pasillos estilo cachullapi; y por los efectos de la bebida, hasta los punkeros y emos lo bailan por amor a la patria. Ajam, así es. No se equivoca Porta en una publicidad en que unos rockeros muestran un letrerito que dice “también bailamos reguetón”. O los de La Grupa que dicen con orgullo “nada se iguala a mi tierra”, donde el VALE TODO, arrasa y gana al estilo, buen gusto y tendencias. Quizá eso sea un estilo, de hecho lo es en este país kitsh del cholómetro y el cholomachine.

¿Qué sacamos como conclusión? Lo que dije bien al inicio: que farrear en Quito implica una aventura digna de ser narrada, si no se une al montón, morirá como el camarón; pero sonría para no parecer amargado y baile lo que le pongan, para no aparecer aburrido y plástico, al final es su dinero y aquí no le enseñaron a reclamar como cliente. Chau.