jueves, 12 de marzo de 2009

Compre pirata, que todos ganan

Pero no solo por eso, sino porque usted no cierra un círculo vicioso como mal se publicita en cines y medios impresos. Verdades a medias, verdades completas, supe hace poco que toda esa campaña mediática apelando al consumo de lo “legal” contra lo pirata no era sino una inversión para defender los ingentes ingresos de las corporaciones, que ni siquiera benefician del todo a los propios artistas. Sino que además perjudica al bolsillo del consumidor.

Bueno, en términos prácticos vamos a colocar un ejemplo simple: fui al Cinemark a ver una película. Pagué 4.5 dólares en taquilla; como invité a un amigo, acabé pagando 9 dolarucos. Más eso, “la típica”: si vas al cine y mientras esperas que la peli comience -movido por el inevitable ánimo consumista del lugar- hay que darse “el lujo” de comer alguito. Pedí apenas dos vasos de té, los menos caritos, tamaño medio… un vaso normal. Para llenar la barriga en la espera del filme, no viene mal algo de masticar, entonces, ¿qué tal un canguil clásico de cine gringo hasta comenzar? Una funda tamaño medio para dos personas (y eso que muchas veces hasta sobra tanto maíz) y listo. Total 7 dólares…. Sí ¡¡SIETE DÓLARES!! ¡Putz! Con eso llego a pagar a diario dos almuerzos en cualquier restaurante ejecutivo y de menú para oficinista promedio en Quito. Comida sana, no el canguil empacado importado –quien sabe si transgénico. Total: 16 dólares; y eso por haber consumido lo más simple en el balcón de alimentación.

Frente a eso, es evidente y obvio entender el por qué existe un abundante y creciente mercado pirata en el país. No he llamado al tema en cuestión de robo, pero al entrar en la sala de cine uno está pagando casi, casi un derecho de piso. Y ya en el cine, luego de la fila para entrar en la sala y la espera según la hora de inicio marcada en el tíquet, comienza un desfile de publicidad (antaño apenas se pasaban cortos y avances cinematográficos) que aprovecha abusivamente la presencia de público sentado frente a un telón sin tener cómo cambiar de canal, como lo hacemos en casa. ¿Pagamos también 4.5 dólares por ver publicidad previa a la película? Entiendo que esa publicidad agenciada por una publicitaria también paga derecho de piso en Cinemark (o Multicines y Supercines) bien sea mensual o semanal, según película o según horario de transmisión.

Entonces la pregunta obvia es: ¿Quien roba a quién? Si dentro de la sala de cine a uno le muestran un video apelando a los niños a evitar la piratería que alimentan sus padres al comprar productos “robados” y por el cual no pagan derechos de autor, lo evidente es que los padres también hagan reflexionar a sus hijos, que los hábitos de consumo y consumismo le cuestan caro a la economía del hogar, en enorme beneficio lucrativo de otros. Que no se benefician “con las justas”, sino con un porcentaje altísimo de regalías; por ello se la denomina de industria, pero allá, donde es su cuna, la cuna de las corporaciones. Acá no es industria, es un lucro incesante sin beneficio de inventario.

Resulta que la industria musical no defiende los derechos de autor de los músicos o intérpretes, quienes “apenas” ganan 4 dólares por CD vendido, el resto (que oscila entre 15 a 25 dólares, según el CD) se lo reparten entre los vendedores, distribuidores, que no llega ni al 15 por ciento por CD; pero la empresa disquera –las corporaciones– lleva más del 50% de ganancia. Que se suma y hasta multiplica cuando cobra por derechos de autor, los famosos Copyright, un invento gringo muy bien venido a menos gracias otro invento de ellos mismos: la globalización.. de la piratería. El ejemplo citado es de la industria gringa, no del Ecuador, donde quizá Fausto Miño nos contará otra historia.

Igual con lo del software, las grandes corporaciones defienden su derecho a que se pague (a veces a grandes costos) la adquisición de software para cada programa. Pero lo estúpido es que uno compra una laptop o una PC, con todos los programas recientes de tecnología y sucede que en menos de un año, ya muchas de esas cosas están caducas y para recargarlas o renovarlas, la compra “legal” de programas viene a ser casi como adquirir una nueva computadora personal. Sin embargo, gracias a la “malhadada” piratería hoy es posible adquirirla en apenas dos dólares, esos programas que unos piratas modernos, vestidos de traje y corbata de las grandes corporaciones, venden como un negocio, publicitado como una “necesidad” de compra: si no lo tienes, no estás en nada…. ‘Si no vas al Cinemark, no estás a la moda’; por esas cosas del consumo, a muchos no les importa pagar y gastar lo que sea, para estar ahí y aparecer.

No sé mucho de la industria cinematográfica, seguramente quienes se dedican a este negocio tendrán sus argumentos para defenderla y lamentar lo de la piratería. Uno solo sabe lo que el glamour de la misma industria nos transmite las páginas de Internet y los noticieros de TV: estrellas que no ganan menos de 100 mil dólares por película y que compran mansiones ribereñas por no menos de 400 mil dólares en Estados Unidos. Que a la premiación van ataviadas con prendas de no menos de 90 mil dólares. Si ellos ganan eso, imaginen lo que sus jefes, los señores de las grandes corporaciones cinematográficas, ganan. Lo que ustedes no verán en los días de su vida.

Para el sentido práctico del bolsillo de cualquier cholito como yo, y el común de las personas no en este país, sino en el mundo entero, es que el fin de semana compré un paquete de 5 películas ganadoras del Óscar e indicadas a ese premio y otros laureles más de la famosa industria, por la bicoca de 10 dólares: Sí ¡¡DIEZ DÓLARES!! Las estoy viendo en mi Macbook comprada el año pasado y que comienza a estar desactualizada, pero la calidad del pirata, es tan buena o mejor, que si tuviera que pagar por un DVD “original” de 15 dólares.

Si puedo comprar un kit de películas oscareñas por ese valor de diez dólares, pienso que ese costo, con descuento incluido, ya tiene regalías entre los involucrados en el negocio de lo que las grandes corporaciones (señores de traje y corbata Calvin Klein o Dolce & Gabanna, los más pirateados de la moda) llaman de “piratas”. Paradójicamente, usted no puede ver esas películas en esos cines, porque la industria local, léase el Cinemark o su distribuidor local, NO LES DA LA GANA de pautar esas películas en su programación. De ese abuso da cuenta no un cinéfilo común o sofisticado, sino otro negocio del cine como es el Ocho y Medio, espacio cult de Quito, que no puede estrenar películas de calidad porque a sus hermanos mayores, no les interesa y eso significa que el consumidor deba conformarse con ver películas pasteles, comedias rosa, dibujos animados disney-made o clásicos de hace 30 años, que el Ocho y Medio pauta cada mes.

Datos adicionales: Si decía que un cantante gana apenas 4 dólares por disco vendido, su verdadero y lucrativo ingreso está en los conciertos. En Ecuador Fausto Miño llega a cobrar 8 mil dólares por presentación. Julio Iglesias, ya de retirada, o su representante, pagaron alrededor de $200 mil solo en impuestos en su presentación de El Condado en el 2008. Madonna cobró 160 dólares por entrada (valor promedio de boletos) a los fanáticos que pagaron “Pista” en el Morumbí de Sao Paulo-Brasil. Si multiplicamos eso por los 60 mil espectadores que asistieron por show, ella habría ganado un promedio de 9 millones seiscientos mil dólares en entradas vendidas, por espectáculo. Ella hizo cuatro shows en Brasil. Multiplique eso por las más de 20 presentaciones que hizo alrededor del mundo.
 
Ustedes dirán que mucho de eso se va en impuestos, pago a proveedores, derechos, patentes y un sinfín de etcéteras. OK, pero cada show tiene un sinnúmero de auspiciantes que pagan por tener desde un simple baner en el concierto. Con eso los mismos organizadores logran o consiguen recuperar y hasta tener lucro, según el artista que se presenta. Lo mismo sucede con las películas. Usted va al cine-mark y no debe llevar menos de 20 dólares. Si es un padre de familia, frito, porque deberá costear las exigencias de los suyos, que por la presión social de consumo (ver otros chicos consumiendo cosas similares) será como pagar el 30% del arriendo del mes o la alícuota del carro en dos horas de diversión. Multiplique eso por el número de asistentes; súmele a eso al pago de publicidad frontal o subliminal que usted verá en la sala, en el baño al orinar; y en el trayecto hasta la sala de cine. No niego el derecho al lucro, lo pueden hacer, pero, ¿por qué tan caro y robando al consumidor?

Usted también dirá, que hay que pagar a los empleados que le venden el canguil y le cobran entrada. Pero, pregunten si esos chicos tienen afiliación laboral al IESS, si reciben un pago mensual que llegue a los 200 dólares. No suelen trabajar más de un año, porque en ese modelo de negocio no hay empleados con antigüedad, son “pasantes” temporales o en vacaciones. El Cinemark está en un espacio llamado Plaza de las Américas, centro comercial construido en un terreno concesionado no arrendado, por 90 años, ¡¡90 AÑOS!! por el mismo IESS, a esa empresa de los señores Wright –pero esa es otra triste historia.

Finalmente ¿usted ha llevado la cuenta de cuántas de las películas o trailers de futuros estrenos que le proyectan en los Cine-marks y cines-multi, han estrenado realmente en esos cines? Parecen peliculazas, que al final nunca se estrenan. ¡Uff! Me voy, me fui para no alargarme con esto y no quitarle más tiempo. En la noche veré mi Harvey Milk pirata, para olvidarme de estas amarguras y reírme de los señores piratas de las corporaciones.

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