domingo, 16 de agosto de 2009

SIN UN CAMBIO EN EL TRANSPORTE Y POLICÍA NO HAY REVOLUCIÓN CIUDADANA

¿Está cansad@ de ser maltratad@ diariamente por los a-buseros tanto si es pasajero, peatón o conductor de auto en las ciudades, pueblos, parroquias, calles, avenidas, autopistas y carreteras del Ecuador? ¿Cree que la policía (los chapas que llama el Jorge Ortiz) son un foco de corrupción e ineficiencia del Estado por la misma indisciplina automovilística general y el incremento delincuencial, con la complicidad o inacción de estos chapitas? Si cree o no cree en eso, no lea esto.

Hace unos cuatro años tenía ganas de escribir un grafiti en las paredes de Quito con este mensaje:

“Chapas, choferes, Isaías y PSC las mayores mafias del Ecuador”

Bueno, nunca llegó el día, pero al menos a dos de esas mafias lentamente se las ha ido aniquilando, y aunque estén disfrazados de algo diferente –sea con el mote de “madera de guerrero [garrotero] o como el ingenio de una anciana en radio La Luna que decía “astilla de guerreros”, o los prófugos hermanos de Miami. Sin embargo, dos de ellas no pueden desaparecer, por su esencia como Estado y los otros por su utilidad social… incluida lastimosamente su idiosincrasia.

En muchas ocasiones escuché a Rafael Correa, presidente de Ecuador, decir que cambiaba a X ministr@ o funcionari@ porque su trabajo no estaba al ritmo de lo que él denomina “revolución ciudadana”. Lo mismo dijo y reclamó de asambleístas de su propio movimiento, Alianza País; o también al retrucar a los medios y periodistas derechistas, de quienes dijo no entendían el ritmo y proceso de revolución ciudadana.

En fin, yo tampoco suelo entender a veces el proceso de Correa. Pero, un día de marzo de 2007 concebí el papel del populismo u oportunismo, mezclado con un poco de talla de estadista y de ser un presidente de tod@s. Ese día, como director de Comunicación de la Presidencia, acudí con mi jefe (hoy ex jefe), Rafael Correa, a una reunión con la cúpula de sindicatos de transporte de pasajeros por el aniversario de éstos. Esa reunión y los vivas y arribas de los choferes ahí presentes, me recordó que similar cosa ya vi con ex presidentes como Abdalá Bucaram, León Febres Cordero o Lucio Gutiérrez, solo para mencionar a un grupo. El poder necesita de esos sectores, por sus votos. El país necesita de ese sector, por su trabajo, pero… ¿y el caos y desorden en el que viven y trabajan?

En el mismo acto, Correa alababa a un dirigente gremial de apellido Zapata, de quien destacó que fue un ex emigrante en Italia y que con sus ahorros, volvió al país a crear trabajo y fuentes de empleo con el transporte de pasajeros. Me pregunto si el mismo dirigente, ex emigrante, aprendió en Italia cómo los choferes y motoristas de transporte público de ese país, llevan a los pasajeros, cómo se conducen por vías y carreteras. Si paran en lugares autorizados para recoger personas; si se detienen para que éstas bajen. Si viajan de un sitio a otro en una ciudad o dentro del país con una discoteca ambulante con sonidos estridentes y de mal gusto (al menos para el mío) sin respetar a los pasajeros. Y un sinfín de etcéteras, entre esas un mínimo respeto a la señalización vial.

No dudo que en Italia los choferes sean imperfectos, pero al menos, el sistema allá debe funcionar. Acá no. Tanto, que esos gremios se hacen de los favores del poder político, mediante chantajes, como decía, o de ofertas de voto, para obtener réditos como menos control, menos sanciones y menos castigos a su serie de violaciones. De eso se colige que el mismo Correa, días después, cuestionara el hecho de que su propio movimiento político haya formulado severas sanciones pecuniarias a los choferes violadores de la Ley, con el pretexto de que las multas altas en un país dolarizado no se compadecía con el pobre salario de los conductores. Bueno, para semejante razonamiento una simple respuesta: si las multas son altas y no pueden pagarlas, qué mejor no incumplir las leyes ¿o no? Además otro tanto de violaciones de transporte las cometen una serie de hijos de papi y bravucones testiculares o damiselas abusivas que conducen tras el volante. No sé qué aprendieron en las tan publicitadas escuelas de ANETA.

He visto un desfile de presidentes y gobiernos pasar por Carondelet y el abuso, chantaje y desorden que estos señores provocan continúa. No lo dice un dueño de carro, ni persona de clase media alta arribista, sino un ciudadano de a pie y usuario de esos buses, que eso sí, he tenido la fortuna de ver cómo es el control y administración de transporte en otros lares, donde principalmente prima el sentido común, la autoridad del Estado, por sobre un grupo de electores oportunista y caótico, con formas fascistoides y machistas de organización. Vean no más (para no irnos a Europa o Estados Unidos), lo que en el cono sur existe al respecto y sentirán la diferencia. Por eso digo, pienso y estoy convencido, de que sin un cambio en esa estructura, que no implique solamente las leyes, sino el control, la revolución ciudadana que pregona el Presidente Correa, no habrá llegado a este país.

Y con relación a los chapas o policías, es casi similar. Un día de esos sufrí el robo de mi laptop en pleno negocio, al que entraron tres delincuentes de forma sutil e inteligente, con el único fin de “hurtar” mi ordenador. Digo hurto, porque hubo ingenio y no violencia de los ladrones, como sería en el asalto. A los pocos minutos de haber sido robado, encontré dos policías en moto, de esos que circulan dizque vigilando las calles, para denunciarles el robo. La respuesta desenfadada de los dos fue que debí haber hecho la denuncia al 101, la central de llamadas de emergencia, para que desde allí ellos reciban una disposición y el sistema genere una alerta y “buscar” a los delincuentes. O sea, ellos estaban para custodiar, pero la pereza o descomedimiento fueron mayores. Y cargaban una radio móvil para poder hacer lo mismo.

Dos días después mi pareja buscó ayuda con un alumno suyo, un subteniente de policía, para que también ayude en eso de recuperar la laptop. El chapita aceptó y pactaron un encuentro en el centro de Quito ¿para qué? Para recorrer los antros donde se venden chucherías viejas o usadas y donde se camuflan los ladrones para vender cosas robadas. Mi pareja que no es ecuatoriano, quedó boquiabierto ante lo que vio. Pero más aún, sorprendido que un policía, alumno suyo, le lleve a esos lugares, que por la evidencia, conoce la misma policía, pero NO HACE NADA por eliminarlos.

En medio de la búsqueda, el subteniente intenta disuadir a mi pareja con sospechosa insistencia para montar juntos un negocio lucrativo: el de los burdeles de prostitución heterosexual, porque el salario de chapa, seguramente no le alcanza y no soporta su trabajo. Diálogo seguido, el subteniente confiesa que su padre lo obligó a ser policía, con el fin de seguir una tradición familiar. Su padre, un ex general comandante de la institución, ahora gerencia una empresa lucrativa de seguridad privada.

La noche siguiente en las afueras del instituto donde trabaja mi pareja, otro alumno fue asaltado sin resultado para los ladrones, que no le robaron nada por la oposición que puso y la alarma que generó. Los asaltos en esa calle (nor oriente de Quito, sector La Paz, clase media alta) son comunes. No sé cómo se llama en la jerga policial, eso de transitar de tarde o noche por un lugar y que de un auto se bajen cuatro tipos para asaltarte en carga montón con un arma amenazándote en la cabeza, mientras otro te cachea, el tercero custodia fuera del auto y el conductor con el pie en el acelerador por si acaso.

Lo lógico: llamamos de celular ese momento al 101, para que solo respondan que en largos 10 minutos iría una unidad a registrar la denuncia; sin una oferta de echar a andar un operativo de caza a los delincuentes que huyeron con determinado rumbo, a pesar de las descripciones certeras de los testigos. Ante la indignación e insistencia de los afectados, la señorita tras la línea cerró el teléfono. Otra acción lógica fue pedir al alumno subteniente que “dé una manito” con eso de la vigilancia por las noches. ¿La respuesta cínica (capaz no) del chapa? Que la policia no puede resolver esas cosas, pero que era mejor que el instituto y los vecinos del lugar se organicen y contraten una empresa de seguridad, quien sabe, la empresa de su padre.

En Ecuador, la fuerza pública debe sumar los 40 mil elementos. Eso implica alrededor de 40 mil familias. Sin contar con los uniformados de las Fuerzas Armadas. Los transportistas entre empresarios y choferes, suman 250 mil (los a-buseros y Correa dicen 500 mil). Multiplique esos 540 mil chapas, militares y choferes y obtendrá una ambiciosa cifra de electores, además, que ahora esos 540 mil uniformad@s pueden votar. Antes lo hacían sus familias: mujeres e hijos, por ellos. Por eso Lucio Gutiérrez fue presidente y mantiene su influencia. Ese es el electorado que disputa y lo hace bien Rafael Correa. Si son intocados, pues mejor aún.

Si un policía de tránsito, un chapita de calle, se hace de la vista gorda y no cumple su deber, esto es, prevenir, vigilar y sancionar con la Ley a cuanto violador de volante hay por ahí, pues esos a-buseros y bravucones harán de las suyas como lo hacen en las propias narices de cuanto chapa de relax hay por vías y carreteras. Si los mismos chapitas saben y conocen de primera mano los focos de cachinerías sin que medie un mínimo control, bajo el supuesto –actual– del derecho al trabajo, entonces los delincuentes de calle y de bajo presupuesto están hechos. ¿No se puede llamar a eso también, complicidad por omisión? Y el círculo vicioso no se cierra. Si hasta dicen –que nunca lo he comprobado– de que mucho policía tiene taxi o bus como extra de ingresos –cuando no el de la prostitución en burdeles–, pues el negocio es perfecto y la revolución ciudadana, se queda en el membrete.

Por todo eso NO LES CREA a los policías que hoy por hoy, andan armados de micrófonos y cámaras en todos los canales de TV y noticieros de la comunidad, forzando operativos milimétricamente hechos para que “salgan bien ante las cámaras” y el efecto psicológico en la población –y en su propio ego– sea de que “hacen bien su sacrificado trabajo” y se tengan bien ganados a cuanto periodista y político sea posible. Quien sabe si hasta sirva ser compadre del Mayor Zapata, para que a uno no le caigan ni multas ni infracciones.

Por eso vuelvo y concluyo, sin un cambio en el transporte y la Policía NO HAY REVOLUCIÓN CIUDADANA. Y un saludo, por si acaso, a los amigos chapitas que lean esto, por las verdades dichas; a mi no me pueden exigir (como al Ortiz) que respete a una institución que no siento que devenga los impuestos que pago al Estado.

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